La pieza teatral se centra en el amor y el desamor, que pueden vivir dos personas en cualquier lugar del mundo a través del tiempo. Ambos personajes se juntan y se separan durante todo el transcurso de la obra pero nunca dejan de amarse. Creen posible decirse adiós aunque el tiempo los vuelve a reencontrar. Sumado a ellos dos aparece una tercera figura, alguien que puede llegar a representar varias cosas: el amor, una mediadora, la unión entre ambos, y más. Sergio Albornoz logró crear una obra mágica y con luz propia, ya que posee ciertas cualidades que la distinguen de otras piezas del teatro porteño. En primer lugar, sus actores. Juan Tupac Soler y Sharon Luscher interpretan a los amantes que se mantienen unidos aunque cada uno vaya por caminos distintos. La química que poseen hace que el público se encariñe con ambos y sufra cuando ellos sufren. Florencia Quintana es la otra figura que aparece en escena y que no se sabe cuál es el rol exacto que desempeña. Su participación queda a la libre interpretación del espectador, pero se destaca por su canto y su encanto. Algo para resaltar de los tres es que en todo momento interpelan a los espectadores a través de sus miradas y eso hace que el público tenga una participación más activa y esté atento a lo que allí sucede. En segundo lugar, tiene importancia el uso del espacio. La sala donde transcurre la obra es pequeña y caben pocos espectadores ahí. Sin embargo, eso es ideal para esta pieza que busca la intimidad y el acercamiento entre público y actores. Estos se mueven no solo por aquel lugar sino también por fuera de este, aprovechando al máximo todas las zonas. En tercer y último lugar, la iluminación. En la sala hay lamparitas colgando que envuelven el espacio de manera especial, creando una atmósfera más bien mágica. Sumado a esto, una sola canción está presente durante todo la obra, “500 miles”, interpretada de forma delicada por los mismos actores. Por estas particularidades, El adiós no se dice es una obra para enamorarse y para transitar el viaje mágico del amor. “A mí me asusta el adiós que no se dice, ese que uno tiene que asumir. El adiós es un amor que no termina”.