Leía poesía de Ibsen. No entendí porqué le dedicaba tanto firulete a las flores y el frío, a la nieve y los brotes nuevos que vienen con la primavera. Pero algo se aclaró en mí, y fue casi en simultáneo que empezaba a ensayar “El Nombre”de Jon Fosse dirigido por Analía Fedra García. Hubo un ensayo que me vi parado frente a una ventana tratando de decirviento, y lluvia. No me salía. No había imágenes. Ni el viento era en lo aparente tan grande como el de Fosse y la lluvia tan impresionante. Me frustraba mucho, porque no me salía. Y entonces iba torneando cosas de mi registro de actuación, pero tampoco. No puedo decirfríosin relacionarme con un frío húmedo de Buenos Aires, y el viento más violento que conocí fue el de Comodoro Rivadavia, una época donde era muy chico y viajaba con mi viejo por su trabajo. Pero no alcanzaba. Todo son ideas, pensé. La actuación está llena; la primeras lecturas, el director, el autor y las suyas, el encuentro entre todos nosotros. Pero no quería quedarme con las ideas, y era muy difícil.
Esa dimensión enorme de las palabras, que en otros autores resuenan cuando escribenguerra, o pasado, o dinero,en el caso de Fosse fue necesaria para investigar su obra. Un tipo colapsado por su naturaleza noruega, sus montañas heladas, los deshielos, el frío absoluto, y una demografía que excede cualquier propósito sensiblero o romántico y ocupa un lugar obligado para su lectura.
La obra pasó por una primera etapa de traducción y una versión que me permitiera poder trabajar(teniendo en cuenta, por ejemplo, que la obra narra la historia de una mujer que vive frente a un fiordo y ese accidente geográfico no existe en argentina. Entonces, imaginarlo o utilizarlo como objeto de deseo, no era sencillo).El proceso de ensayos fue intenso, sobre todo a partir de cómo decidíamos encontrar un tono de actuación que estuviera alejado de la forma en la que aprendimos a actuar. La obra no invita a una actuación realista y podría decir que está más pulsada por una relación técnica con los textos y sensible al mismo tiempo.
Con el grupo pudimos encontrar un sistema distanciado para llegar a los mismos lugares que en general nos proponemos y en esto fue muy importante estar abiertos al cruce y al encuentro. El eje de la obra es una mujer que recuerda un episodio que vivió hace muchos años, y en esta evocación, dialoga con su pasado de manera más organizada que con su presente. Por este motivo, fue un privilegio tener en el elenco a María Ibarreta, una actriz con mucha historia en el ámbito teatral, capitalizada por un equipo de enormes compañeros como lo fueron María Dupláa, Fabián Carrasco, Fabiana Falcón, María Eugenia López, Juan Manuel Castiglione y Bruno Ulisse.
Esta experiencia también para mí fue novedosa en el encuentro con Magali Acha, una escenógrafa sensible quien transformó mis impresiones muy desordenadas y confusas en un espacio enorme y blanco y que organizó todo el eje visual de la obra, junto con Laura Staffolani, con quien trabajo desde siempre y aportó mucha síntesis y poesía en el vestuario.
Nuestro fiordo fue el Teatro del Abasto, el lugar que siempre quisimos para reproducir esta inmensidad y con el que nos encontramos alegremente, sabiendo que nos facilitó el trabajo y nos acompaña haciendo funciones, un día también atípico (lo que evidentemente se ha transformado en un rasgo de identidad en nuestro proyecto nórdico)
Fue complejo reunir a un equipo de trabajo detrás de un autor bastante incierto para nuestra tradición teatral, pero es precisamente en estos accidentes creativos, donde es necesario un equipo que organice todo el funcionamiento operativo de la obra. En este sentido, fueron indispensables Clara Pizarro, Fabio Petrucci y Rocío Pérez Silva, quienes ordenaron toda la producción de la obra(desde sus posibilidades de financiamiento, el uso de los recursos, las estrategias de circulación, etc)
Vuelvo a la poesía de Ibsen, y me encuentro con un pequeño fragmento que ponemos en nuestro programa de mano:Vivir es pelear con Brujos.Probablemente hacer teatro, también, pero el brujo siempre es uno, acorralado felizmente en una actividad insólita.