La directora Corina Fiorillo pone sobre el escenario Kalvkött, carne de ternera; un texto de Silvina Chague que bucea sobre las diversas circunstancias que genera el exilio en un grupo familiar. Con una puesta que permite viajar en el tiempo con un acertado vestuario, iluminación, una escenografía funcional y pocos elementos en escena que cobran relevancia con el uso que le dan los actores, todo enmarcado por diapositivas.
1976, Suecia, es sólo el punto de partida de la historia por contar. El presente, los recuerdos, el relato hace un recorrido que permite comprender decisiones que se toman con la creencia de ser las mejores aunque generen culpas, angustia, soledades y ausencias entrañables. Muchas preguntas se plantean en escena: “¿Cómo empezar la vida en un lugar diferente al propio? ¿Quién es la familia? ¿Cuándo es tiempo de volver? ¿Cuándo de quedarse? ¿Cómo amar en otro idioma?” y otras tantas surgen en el público movilizados por lo expuesto y las experiencias personales.
La visita de una madre, las hazañas enfrentadas para llevar a cabo su cometido culinario, el equilibrio entre lo dicho y los silencios. Un elenco que conmueve sobre el escenario y despiertan sentimientos y sensaciones que dejan un mensaje esperanzador donde una receta de cocina puede ser la mejor y más rica herencia. Una herencia que nutre el alma y el cuerpo de esperanza.
Kalvkött es una cita obligada con el presente y pasado de los argentinos, una invitación a pensar y revisar estructuras y preconceptos que luego de ver la obra pueden ser modificados. Quien va a disfrutar de Kalvkött, en poco o en mucho sale de al función renovado. Un gran trabajo de Fiorillo y su elenco.