“The Music of Chance” es una novela que Paul Auster escribió en el año 1990, y que fue llevada a una pantalla de cine tres años después, con las participaciones de actores de la talla de James Spader, Mandy Patinkin, Charles Durning y Joel Grey.
Básicamente, el argumento cuenta un fragmento de la vida de Nelson Barrientos, un bombero aficionado a la música, que decide soltarse de su pasado e ir a la aventura sin rumbo ni destino. Convirtiendo el auto en su refugio, disfruta de la libertad mientras conduce por las autopistas. Cuando su dinero está a punto de terminarse, el azar pone en su camino a Jack Pozzi, un joven herido, jugador de póker que tenía grandes planes. Nelson decide ayudarlo convirtiéndose en su socio capitalista, surgiendo así un recorrido conjunto colmado de peculiaridades.
La puesta que plantea Gabriela Izcovich, adaptando el texto literario a texto espectacular, conforma una suerte de “road-movie teatral”, donde las escenas van transcurriendo en distintos espacios de la sala, alternando diferentes sectores, y transformando la totalidad del recinto del Samsung Studio en un mismo espacio escénico. Generando diversos climas mediante un ágil juego de iluminación (diseñado por Marcelo Gutiérrez). El vestuario, ideado por Lorena Díaz, da cuenta, a través de sutiles cambios en la vestimenta, del paso del tiempo que sucede entre una y otra escena.
En materia de interpretaciones, todos los actores realizan una tarea homogénea. Donde cada uno tiene su momento para destacarse: Juan Barberini en su rol de Jack Pozzi consigue una efectiva presentación de su personaje a minutos de iniciada la obra. Cristián Jensen y Ariel Perez De María, como Guillermo Piedras y Guillermo Flores respectivamente, son los que otorgan logrados momentos de humor absurdo, además de hacer avanzar la historia. Germán De Silva, en la piel de Marcos, obtiene un rico crecimiento evolutivo de su papel a medida que se desarrolla la pieza. El protagonista, Alfredo Martín, quien da vida al mencionado Nelson Barrientos es, a su vez, el encargado de romper con la cuarta pared, narrando algunas circunstancias de su vida y entorno.
En definitiva, la adaptación resulta atractiva y se ve sumamente favorecida por el espacio donde se despliega, ya que al no tratarse de una tradicional sala con butacas, el espectador puede cambiar el ángulo de visión con comodidad, de acuerdo a la ubicación donde están situadas las escenas.